Desigualdad en la cuarentena
Corría el año 2020 estábamos en el mes de marzo en Buenos Aires, Argentina. Las mujeres veníamos luchando por nuestros derechos desde décadas, desde siglos. Habíamos sabido ganar nuestro lugar en el mercado laboral, aunque todavía faltaba bastante. Los cargos más altos seguían siendo para los hombres, las licencias de estos frente a la llegada de un nuevo integrante en la familia se había ampliado pero no lo suficiente, el machismo intrínseco en la sociedad seguía, y eso se podía observar en palabras y en conductas de algunas personas que sostenían un pensamiento arcaico en el que las mujeres solo cumplían roles ligados al hogar y la maternidad.
El contexto había cambiado, la mujer podía estudiar, trabajar y tener una vocación. Aun después de siglos en los que los hombres salían a buscar el sustento y las mujeres permanecían con la descendencia en las cuevas, algunos seguían comportándose como si todo el avance evolutivo y tecnológico no hubiese existido.
Entonces vino una pandemia y así se puso en evidencia de nuevo la desigualdad. En Buenos Aires empezaba la primera cuarentena de muchas que la siguieron. En esta provincia parecía que se había detenido el tiempo. Los efectos en Bs. As. de la cuarentena por el virus llamado coronavirus (COVID) implicaban un esfuerzo adicional en muchas mujeres que trataban día a día que sus hijos cumplieran con el colegio, que trataban que su casa este en condiciones habitables y que querían conservar su empleo. Esto no invalidaba que hubiese situaciones familiares distintas, en las cuales las realidades fuesen otras, pero la disparidad estaba, y cuanto más se miraba hacia atrás en las generaciones, más desigualdad existía.
Es así como el confinamiento había acentuado los aspectos de la desigualdad en la distribución de los roles en el hogar. La mayor parte de la carga del trabajo doméstico y familiar recaía sobre las mujeres. De esta manera las mujeres no realizaban teletrabajo, que sería cumplir la jornada laboral en su hogar, sino que terminaban realizando multitareas incluyendo el trabajo, las tareas domésticas, las tareas de una profesora ya que los chicos no asistían a la escuela, etc.
También esta desigualdad se nombraba en las múltiples muertes en las que se ponía de manifiesto la violencia de género, los femicidios. Estas pérdidas constituyeron y significan hoy en día un gran dolor para nuestra sociedad.
Todas estas situaciones son parte de nuestro presente. Creo que podemos reflexionar sobre la desigualdad y que hace cada uno de nosotros para que esto no ocurra. Los invito a plantearse las siguientes preguntas: ¿De qué manera tratamos de cooperar cada integrante de la familia en nuestro hogar? ¿De qué manera criamos a nuestros hijos? ¿Hacemos diferencia entre tareas de varones y mujeres o realmente tratamos que todos realicen su aporte y tenemos demandas hacia todos? ¿Respetamos a las personas que viven con nosotros, tratando de dejar las descalificaciones y las críticas a un lado? ¿Podemos abrir nuestra mente y realmente sentirnos todos seres humanos sea cual fuera nuestro género, incluso nuestra elección sexual?
Espero que alguna de estas preguntas te inviten a pensar de que manera podemos mejorar nuestro trato con las personas, para que en definitiva, todos juntos podamos construir un mundo más igualitario.
Lic. Romina Giancristiano
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